La niebla era espesa, amortiguando el sonido y la vista: donde terminaba, Will Herondale podía ver el comienzo de la calle delante de él, resbaladizo y mojado, negro con lluvia, y escuchar las voces de la muerte.
No todos los cazadores de Sombras podían escuchar fantasmas, y tampoco los fantas escogían ser oídos, pero Will era uno de los pocos que podía. Entre tanto se acercaba al viejo cementerio, aquellas voces se elevaban en un coro músical irregular: lamentos y súplicas, llantos y gruñidos. Este no era un cementerio pacífico, pero Will sabía eso; no era la primera visita a Crosse Bones Graveyar cerca del puente de Londres. Hizo lo mejor que pudo para bloquear las voces, encorvando sus hombros asi su collar cubria sus oídos, la cabeza abajo, una fina capa de lluvia mojando su negro cabello.
La entrada al cementerio estaba a mitad de la cuadra: un par de puertas de hierro forjado estaban puestas en una alta pared de piedra. Cualquier mundano que pasaba podría ver el espesor de las cadenas que unía a las puertas cerradas, y la señal que decía cerrado - habían pasado quince años desde que un cuerpo fue enterrado aqui, pero el lugar se mantenía por sí mismo, todavía sin profanarse. Mientras Will se acercaba a las puertas, algo no mundano se materializo fuera de la nebliba: una gran aldaba de bronce en forma de mano, los dedos huesudos y esqueléticos. Con una mueca, Will extendió una de sus enguantadas manos y levantó la aldaba, dejandolo caer una, dos, tres veces, el ruido metálico resono a través la noche como sacudiendo las cadenas del fantas de Marley.
Por un período largo, nada sucedió. Detrás de las puertas, Will vió niebla,
elevándose como el vapor de la tierra, oscureciendo las lápidas y alargando, parcelas desiguales de tierra entre ellos. Lentamente la niebla comenzo a elevarse y unirse, tomando un misterioso birllo azul. Will puso sus manos en las barras de la puertas; la frialdad del metal se filtró a través de sus guantes, dentro de sus huesos, el temblo. Era más que un ordinario frío - cuando los fantasmas se levantaron, drenando energía de su entorno, privando el aire y el espacio de los calientes alrededores. Los cabellos del cuello de Will se erizaron y se levantaron mientras la niebla azul se arremolinaba, dando poco a poco la forma de una anciana, con un vestido arapiento y delantal balnco, con cabeza inclinada.
"Hola, Mol" dijo Will. "Tu luces particularmente bien esta tarde, si me lo preguntaras."
El fantasma levantó su cabeza. La vieja Molly era un espíritu fuerte, uno de los más fuertes que Will se había encontrado. Incluso aunque la luna nueva azechaba por un hueco en las nubes, ella lucía duramente transparente, su cuerpo era solido, su espeso cabello de color rubio-gris trenzado sobre sus hombros, su piel, sus manos rojas apoyadas en sus caderas. Solo sus ojos eran huecos, dos llamas azules parpadeaban en las profundidades.
"William Herondale" dijo. "¿De regreso tan pronto?"
Ella se movió hacia la puerta con ese deslizamiento peculiar de los fantasmas. Sus pies estaban desnudos y sucios, a pesar de que nunca tocó el suelo.
Will se inclinó contra la puerta. "Sabes que extrañaba tu hermosa cara."
Ella sonrío, sus ojos parpadearon, y alcanzó a ver su esqueleto debajo de su medio-transparente piel. Arriba, las nubes se habían cerrado de nuevo, nubladas, tapando la luna. Inutilmente, Will se pregunto que había hecho la Vieja Molly para ser enterrada aquí, lejos de tierra consagrada. Muchas de las voces fantasmales de la muerte pertenecían a prostitutas, suicidas, y fetos - aquellos que no podian ser enterrados en un cementerio sagrado. Aunque Molly había manejado la situación de manera rentable para ella, asi que tal vez no le importaba.
Ella rió. "Entonces, ¿Qué es lo que quieres Cazador? Veneno de malphas? Tengo la garra de un demonio morax, muy bien pulida, el veneno en la punta, totalmente invisible-"
"No," dijo Will. "Eso no es lo que necesito. Necesito polvos de demonio, de tierra fina."
Si un fantasma pudiera palidecer, La Vieja Molly lo hubiese hecho, como era, parecí parpadear mientras Will habló, como la flama de una vela con una ventana abierta. Cuando el terminó, volvió la cabeza a un lado y escupió una llama azul.
Will exhaló, su aliento pasaba a la niebla del frió aire. "Seguro," dijo "No es la peor cosa de la que alguna vez cualquiera te hubiese pagado, Vieja Mol."
Era siempre de está forma. Argumentaba, y después se lo daba. Maguns ya había enviado a Will con la Vieja Mol, muchas veces ahora, una vez por apestosas velas negras que se pegaban a su piel como alquitran, una vez por huesos de un niño no nacido, y otra vez por un mal de ojo de las hadas que había goteado sangre a su camisa. Polvo Foraii de demonio sonaba agradable en comparación.
Ella deslizó sus manos dentro de una bolsa al frente de su delantal. Cuando lo removió, sostenía una descolorida bolsa de tela, atada a un trozo de cinta sucia. Ella sacudió su cabeza lentamente. "Tu crees que soy tonta," dijo con voz ronca. "Esta es una trampa, verdad? Tu Nefilim atrapandome vendiendo este tipo de cosas, y estacar a la Vieja Mol, lo es."
"Tu ya estas muerta." Will hizo lo mejor para no sonar irritable. "No se que es lo que crees que pude hacerte la Clave ahora."
"Pah" Sus vaciós ojos llamearon. "La prisión de los Hermanos Silenciosos, debajo de la tierra, pueden sostener a cualquier vivo o muerto, sabes eso, Will Herondale."
Will levanto sus manos. "Sin trucos. Seguro has deber oido los rumores corriendo alrededor de los Subterráneos. La clave tiene otras cosas en su mente que rastrear fantasmas que trafican con polvos de demonios y sangre de hadas."
Se inclinó hacia delante. "Te dare una buena paga." El señaló una bolsa de cambric de su bolsillo y la colgó en el aire. Tintineando como monedas traqueteando juntas. "Todos ellos llenan tus descripciones, Mol."
Una mirada ansiosa se apodero de rostro muerto, y se solidificó lo suficiente para tomar la bolsa de él. Ella hundió su mano lo suficiente y la llevo a su palama llena de anillos - anillos dorados de boda, cada uno atado en un nudo de tu amado en la aprte superios. La vieja Mol, como muchos fantasmas, lucía siempre aquel talisman, la pieza perdida en su pasado que finalmente le permitiría morir, el ancla que la mantenía atrapada en el mundo. EN su caso, era un anillo de bodas. Era comun creer, lo que Magnus había dicho a Will, que el anillo había desaparecido, enterrado debajo de la cama limosa del Thames, pero mientras tanto había tomado cualquier bolsa de anillos con la esperanza de que alguno fuera de ella. Hasta ahora no había sucedido.
Ella metio los anillo de nuevo a la bolsa, los cuales desaparecieron en algun lugar de muerta persona, y le entregó un sobre doblado a cambio. El lo deslizó dentro del bolsillo de su chaqueta justo cuando el fantasma comenzó a brillar y desvancerse. "Espera ahí, mol. No es todo por lo que he venido está noche."
El espíritu parpadeó mientras que la codicia peleo a su inato sentido de auto-preservación. Finalmente, ella gruño. "Muy bien, ¿Qué más quieres?"
Will dudo. No era algo para lo que Magnus lo había enviado, era algo que el quería saber de sí mismo. "Las pociones de amor -"
La Vieja Mol chilló de risa. "¿Pociones de amor? ¿Para Will Herondale? No hay manera de rechazar el pago, pero cualquier hombre que luce como tu no tiene necesidad de pociones de amor, y eso es un hecho."
"No," dijo Will, con un poco de desesperación en su voz, "Realmente, estoy buscando por lo opuesto - algo que talvez le ponga fin a estar enamorado."
"Una poción de odio?" Mol sonó divertida.
"Estaba pensando en algo más como a indiferencia? ¿Tolerancia...?"
Ella resopló, asombrosamente humano para un fantasma. "Yo dificilmente podría decirte esto, Nefilim, pero si quieres que una chica te odie, hay formas más sencillas de hacer que suceda. No necesitas mi ayuda con la pobre.
Y con eso, se desvaneció, girando lejos entre la bruma de las tumbas. Will, después de eso, suspiró. "No para ella," dijo, en voz baja, a pesar de que no había nadie que lo oyera, "para mi..." y apoyó la cabeza contra la fría puerta de hierro.
T. por CDS México
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